Prohibido-prohibir
La leyenda dice que This Is Not a Film viajó desde Irán a Cannes en un pendrive escondido dentro de una torta; casi como ese lugar común de la lima contrabandeada para que los presos rompan sus barrotes. Y, de manera tan asombrosa como triste, de eso se trata todo. Bajo arresto domiciliario y condenado a no hacer películas (entre otras varias cosas) durante los próximos veinte años, Panahi y su colaborador de siempre, Mirtahmasb, desafían ese absurdo cruel impuesto por el gobierno iraní con una no-película. Y lo que en cualquier otra circunstancia sería el simple retrato de un día en la vida de un artista, se convierte en una reflexión fascinante, enojada, humorística, dolorosa sobre el cine y el estado del mundo. Un mundo en el que hay que cuidar lo que se dice por teléfono, no se puede nombrar a los amigos ni a los colaboradores (los créditos y los agradecimientos de This Is Not a Film son dos contundentes pantallas en blanco) y un director planifica, desde el living de su casa, películas que no podrá filmar antes del año 2031.
En ese contexto asistimos a la intimidad de los estados de ánimo que atraviesa Panahi, a disquisiciones estéticas con su colega, sabemos del apoyo de otros colegas y desde ya, participamos como espectadores, del proceso de esa película que no es.
Es interesante, observar como Panahi se sirve durante el film de diversos medios caseros para mostrar lo que no puede. Su celular, en primera medida (siempre a mano), muestra imágenes y videos, del casting, de la locación, elegidas originalmente y por supuesto le permiten “despuntar el vicio”, y filmar, grabar, fotografiar, etc. Por otro lado, su propia obra, o su extensa filmoteca sirven para revisitar escenas, personajes y brindar algo de aquello que planeó. Cintas, almohadones adquieren una cualidad especial, dentro de este film, donde todo tien un plus representación, por evocar, si se quiere a aquello que no será.
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